Mario Vargas Llosa ha sorprendido con una nota publicada en varios periódicos del mundo en los últimos días y dedicada a Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid. En La Nación de Buenos Aires, por ejemplo: "La fiesta y la cruzada".
Después de años de predicar en contra de las religiones Vargas Llosa nos ha dejado boquiabiertos al afirmar, por ejemplo: "la religión no sólo es lícita, sino indispensable en una sociedad democrática"; y también: "La cultura no ha podido reemplazar a la religión ni podrá hacerlo, salvo para pequeñas minorías, marginales al gran público".
Es de celebrar este giro de Vargas Llosa, del laicismo recalcitrante, que persigue al fenómeno religioso, a una más sana laicidad, que pretende guardar la independencia del poder político respecto de las religiones particulares, pero valorando su importancia y su aporte a las personas y las comunidades. "El catolicismo está hoy en día más unido, activo y beligerante que en los años en que parecía a punto de desgarrarse y dividirse por las luchas ideológicas internas. ¿Es esto bueno o malo para la cultura de la libertad? Mientras el estado sea laico y mantenga su independencia frente a todas las iglesias, a las que, claro está, debe respetar y permitir que actúen libremente, es bueno, porque una sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos -empezando por la corrupción- si sus instituciones no están firmemente respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas, disociadoras y anárquicas que suelen guiar la conducta individual cuando el ser humano se siente libre de toda responsabilidad", ha señalado el escritor.
Como cierre, un halago a Benedicto XVI de parte de un liberal como Vargas Llosa supera cualquier expectativa de buena fe de parte de un católico promedio: "se trata probablemente del Papa más culto e inteligente que haya tenido la Iglesia en mucho tiempo, uno de los raros pontífices cuyas encíclicas o libros un agnóstico como yo puede leer sin bostezar".
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domingo, 4 de septiembre de 2011
miércoles, 6 de abril de 2011
Libertad religiosa y democracia. A propósito de la "procesión atea" convocada para el Jueves Santo
Uno de los grande logros de occidente y de la democracia es la libertad religiosa, protegida por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en su artículo 18: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".
Después de guerras religiosas (en las que los cristianos tuvimos protagonismo) y persecusiones también religiosas (por ejemplo, contra los judíos), después de muchos abusos de poder contra la libre profesión de la propia fe y de muchas otras limitaciones a la libertad de culto, la libertad de conciencia y religiosa significó un avance enorme para la organización política y la convivencia pacífica.
Sin embargo, esa evolución de la comunidad política no alcanzó a todo el mundo. En muchos países y regiones sigue siendo moneda corriente la falta de libertad religiosa: en el Tibet se persigue a los budistas y desde hace décadas el gobierno chino los reprime culturalmente; en muchos países de oriente cristianos o judíos son perseguidos, hasta con la muerte misma (como hemos visto en los últimos meses), en occidente la gran inmigración de musulmanes también ha generado movimientos de reacción contra esa religión.
Lo más significativo de todo esto es la degradación de la libertad religiosa en occidente y, particularmente, en Europa; donde más significado tiene ese logro político. Lo insólito es que muchas veces los ataques a la libertad religiosa se hacen en nombre de la democracia. Se ha perdido la noción del valor de la libertad religiosa y, en nombre de la democracia, se confunde laicidad (independencia del estado de los poderes religiosos) con laicismo (hostilidad hacia la religión).
Un estado y una sociedad laicos deben respetar, considerar e incluso promover la dimensión religiosa de sus ciudadanos, manteniendo independencia de todas las manifestaciones particulares de cada religión. En tanto la religión es parte sustancial de la vida de muchos de los ciudadanos, es natural que esa dimensión sea reconocida, tal como la reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y sea protegida como un derecho básico de la convivencia democrática.
La manifestación más grosera del laicismo es una marcha que se ha programado en España para el Jueves Santo (en el marco de la mayor fiesta de los cristianos) para mofarse de los católicos y reivindicar hechos de violencia contra la Iglesia Católica. La convocatoria a una "procesión atea" es organizada por un grupo de asociaciones que se presenta del siguiente modo: "Somos un frente de ideas que estamos exclusivamente para castigar a la conciencia católica. Nuestro propósito es hacer daño en las ideas de la gente. No nos andamos con contemplaciones..."; y que pretende conmemorar una quema de iglesias de 1936 con una parada particular en las ruinas de un edificio: “Esa Iglesia la quemó el pueblo de Madrid, en la revuelta que hubo con la República. Para nosotros es una referencia imprescindible”. Con esta marcha, y mediando una retórica violenta y antidemocrática, estos grupos pretenden hostigar a los católicos en su más importante celebración anual, contrariando el espíritu de los derechos humanos más consagrados.
Esta convocatoria es una más de un derrotero en el que Europa está sufriendo un retroceso enorme en su conciencia cívica respecto de la religión, la libertad y la vida democrática. Es de esperar que la marcha sea prohibida y se castigue esta forma de acoso antireligioso, que parece estar tipificada en el código penal español. La organización Hazteoir está en campaña por ello: http://www.hazteoir.org/firma/37378-firma-no-procesion-atea-en-jueves-santo
Después de guerras religiosas (en las que los cristianos tuvimos protagonismo) y persecusiones también religiosas (por ejemplo, contra los judíos), después de muchos abusos de poder contra la libre profesión de la propia fe y de muchas otras limitaciones a la libertad de culto, la libertad de conciencia y religiosa significó un avance enorme para la organización política y la convivencia pacífica.
Sin embargo, esa evolución de la comunidad política no alcanzó a todo el mundo. En muchos países y regiones sigue siendo moneda corriente la falta de libertad religiosa: en el Tibet se persigue a los budistas y desde hace décadas el gobierno chino los reprime culturalmente; en muchos países de oriente cristianos o judíos son perseguidos, hasta con la muerte misma (como hemos visto en los últimos meses), en occidente la gran inmigración de musulmanes también ha generado movimientos de reacción contra esa religión.
Lo más significativo de todo esto es la degradación de la libertad religiosa en occidente y, particularmente, en Europa; donde más significado tiene ese logro político. Lo insólito es que muchas veces los ataques a la libertad religiosa se hacen en nombre de la democracia. Se ha perdido la noción del valor de la libertad religiosa y, en nombre de la democracia, se confunde laicidad (independencia del estado de los poderes religiosos) con laicismo (hostilidad hacia la religión).
Un estado y una sociedad laicos deben respetar, considerar e incluso promover la dimensión religiosa de sus ciudadanos, manteniendo independencia de todas las manifestaciones particulares de cada religión. En tanto la religión es parte sustancial de la vida de muchos de los ciudadanos, es natural que esa dimensión sea reconocida, tal como la reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y sea protegida como un derecho básico de la convivencia democrática.
La manifestación más grosera del laicismo es una marcha que se ha programado en España para el Jueves Santo (en el marco de la mayor fiesta de los cristianos) para mofarse de los católicos y reivindicar hechos de violencia contra la Iglesia Católica. La convocatoria a una "procesión atea" es organizada por un grupo de asociaciones que se presenta del siguiente modo: "Somos un frente de ideas que estamos exclusivamente para castigar a la conciencia católica. Nuestro propósito es hacer daño en las ideas de la gente. No nos andamos con contemplaciones..."; y que pretende conmemorar una quema de iglesias de 1936 con una parada particular en las ruinas de un edificio: “Esa Iglesia la quemó el pueblo de Madrid, en la revuelta que hubo con la República. Para nosotros es una referencia imprescindible”. Con esta marcha, y mediando una retórica violenta y antidemocrática, estos grupos pretenden hostigar a los católicos en su más importante celebración anual, contrariando el espíritu de los derechos humanos más consagrados.
Esta convocatoria es una más de un derrotero en el que Europa está sufriendo un retroceso enorme en su conciencia cívica respecto de la religión, la libertad y la vida democrática. Es de esperar que la marcha sea prohibida y se castigue esta forma de acoso antireligioso, que parece estar tipificada en el código penal español. La organización Hazteoir está en campaña por ello: http://www.hazteoir.org/firma/37378-firma-no-procesion-atea-en-jueves-santo
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sábado, 2 de abril de 2011
La pendiente del integrismo: teme al hombre que sólo lee un libro
"Teme al hombre que sólo lee un libro. Ten cuidado con el hombre que sólo ve el cielo por una claraboya, sólo se asoma al mundo por una ventana, sólo comprende lo humano desde una perspectiva. En este sentido, es de temer este hombre, porque está en la pendiente del integrismo, de la pasión cegada por un foco de luz, que es real, pero que deja fuera otros muchos colores, sombras y luces de la realidad cósmica, de la historia y del misterio de Dios", escribió el teólogo español Olegario González de Cardedal.
Estas líneas de Cardedal me han parecido, desde que tuve contacto con ellas, de una riqueza inmensa para explicar las raíces profundas de muchos problemas del mundo, de la política, la sociedad, la cultura, la convivencia humana. Nada hay más peligroso que quien observa la vida desde una visión estrecha y, desde allí, elabora una explicación completa de la realidad sin dejar ventanas abiertas a otras posibilidades y a nuevos encuentros con la verdad. Esto es así en la política, en filosofía, en la vida misma, toda.
Mediante una lectura política del texto de Cardedal se puede encontrar una explicación de excepcional calidad respecto de dónde comienza el fascismo, el integrismo y dónde acaba la pluralidad: en la clausura del pensamiento que se produce cuando muchas personas deciden dejar de pensar para abrazar ciegamente una ideología que sólo acepta una visión del mundo; se acaban los matices; se extingue la pluralidad y la realidad de la diferencia; desaparece la capacidad de crítica, de creación, de futuros distintos; se divide, en suma, la comunidad entre amigos y enemigos de la idea rectora, que llegó para dar una explicación final y completa.
Increíblemente, esta cita describe uno de los mayores sufrimientos de la vida en comunidad en Argentina y, por tanto, de nuestra democracia. Estamos cayendo en la pendiente integrista debido al proceso político llevado adelante por el gobierno nacional desde hace años.
El marco de pensamiento impulsado desde el kirchnerismo es seguido por muchas personas de buena fe y que conservan un sentido crítico; pero también es seguido por un conjunto muy importante de personas que han anulado su capacidad crítica y su sentido de la realidad para abrazar los postulados de una ideología que pretende interpretar todos los matices de la existencia bajo un conjunto mínimo de principios con vocación totalitaria y omnicomprensiva, y que no deja lugar para la duda; así, estimo, encuentran una paz ficticia que tranquiliza sus conciencias como si hubieran llegado al culmen del conocimiento donde el uso de la razón deja de tener sentido práctico.
Se trata de una forma de pensar y actuar primaria, radicalizada y poco ilustrada, con la que se juzga la realidad y la historia, y se divide a personas, instituciones, opiniones e ideas en casilleros de estrictas fronteras; normalmente: ellos y nosotros, los equivocados y los iluminados.
Es una forma de pensar primaria y radicalizada porque asume que el otro debe pensar del mismo modo. Por la razón o por la fuerza. Y es poco ilustrada porque, siempre, la ignorancia es el caldo de cultivo de todos los totalitarismos: los pocos necesitan la falta de cultura de los muchos para distorsionar la historia, los hechos y la interpretación de la realidad.
Claramente, el mayor enemigo de la ideología única que juzga la vida con un solo libro es la ilustración: no hay mejor antídoto contra el fascismo que la cultura. Una canción de protesta casi olvidada decía: "cuando un pueblo sabe, no lo engaña un brigadier". Nunca más actual, cuando ahora el peligro es doble porque los "brigadieres" están disfrazados de demócratas.
Muchos han alertado de que este peligro se extienda también a quienes se oponen al kirchnerismo: que frente a un pensamiento clausurado ofrezcan un esquema de pensamiento igualmente estrecho. Por eso, el desafío es doble para los opositores: luchar fuertemente contra el pensamiento único, pero con las herramientas de la razón, la educación, la cultura y los principios democráticos. Enfrentamos como comunidad el desafío de formarnos y formar dirigentes con un nivel de ilustración mayor para poder edificar el futuro del país sobre otras bases, necesariamente superadoras de esta realidad pobre que nos rodea.
Para luchar contra la vocación hegemónica y autoritaria del pensamiento único kirchnerista hay que dar razones. Por eso, debemos mantenernos informados sobre la realidad; debemos estudiar nuestra historia y conocer los procesos políticos vividos por otros países; y mantener siempre despierto el sentido crítico.
No estamos solos. Somos muchos lo que concebimos la democracia de otro modo. Y sabemos lo que los "brigadieres" asumen que desconocemos.
Estas líneas de Cardedal me han parecido, desde que tuve contacto con ellas, de una riqueza inmensa para explicar las raíces profundas de muchos problemas del mundo, de la política, la sociedad, la cultura, la convivencia humana. Nada hay más peligroso que quien observa la vida desde una visión estrecha y, desde allí, elabora una explicación completa de la realidad sin dejar ventanas abiertas a otras posibilidades y a nuevos encuentros con la verdad. Esto es así en la política, en filosofía, en la vida misma, toda.
Mediante una lectura política del texto de Cardedal se puede encontrar una explicación de excepcional calidad respecto de dónde comienza el fascismo, el integrismo y dónde acaba la pluralidad: en la clausura del pensamiento que se produce cuando muchas personas deciden dejar de pensar para abrazar ciegamente una ideología que sólo acepta una visión del mundo; se acaban los matices; se extingue la pluralidad y la realidad de la diferencia; desaparece la capacidad de crítica, de creación, de futuros distintos; se divide, en suma, la comunidad entre amigos y enemigos de la idea rectora, que llegó para dar una explicación final y completa.
Increíblemente, esta cita describe uno de los mayores sufrimientos de la vida en comunidad en Argentina y, por tanto, de nuestra democracia. Estamos cayendo en la pendiente integrista debido al proceso político llevado adelante por el gobierno nacional desde hace años.
El marco de pensamiento impulsado desde el kirchnerismo es seguido por muchas personas de buena fe y que conservan un sentido crítico; pero también es seguido por un conjunto muy importante de personas que han anulado su capacidad crítica y su sentido de la realidad para abrazar los postulados de una ideología que pretende interpretar todos los matices de la existencia bajo un conjunto mínimo de principios con vocación totalitaria y omnicomprensiva, y que no deja lugar para la duda; así, estimo, encuentran una paz ficticia que tranquiliza sus conciencias como si hubieran llegado al culmen del conocimiento donde el uso de la razón deja de tener sentido práctico.
Se trata de una forma de pensar y actuar primaria, radicalizada y poco ilustrada, con la que se juzga la realidad y la historia, y se divide a personas, instituciones, opiniones e ideas en casilleros de estrictas fronteras; normalmente: ellos y nosotros, los equivocados y los iluminados.
Es una forma de pensar primaria y radicalizada porque asume que el otro debe pensar del mismo modo. Por la razón o por la fuerza. Y es poco ilustrada porque, siempre, la ignorancia es el caldo de cultivo de todos los totalitarismos: los pocos necesitan la falta de cultura de los muchos para distorsionar la historia, los hechos y la interpretación de la realidad.
Claramente, el mayor enemigo de la ideología única que juzga la vida con un solo libro es la ilustración: no hay mejor antídoto contra el fascismo que la cultura. Una canción de protesta casi olvidada decía: "cuando un pueblo sabe, no lo engaña un brigadier". Nunca más actual, cuando ahora el peligro es doble porque los "brigadieres" están disfrazados de demócratas.
Muchos han alertado de que este peligro se extienda también a quienes se oponen al kirchnerismo: que frente a un pensamiento clausurado ofrezcan un esquema de pensamiento igualmente estrecho. Por eso, el desafío es doble para los opositores: luchar fuertemente contra el pensamiento único, pero con las herramientas de la razón, la educación, la cultura y los principios democráticos. Enfrentamos como comunidad el desafío de formarnos y formar dirigentes con un nivel de ilustración mayor para poder edificar el futuro del país sobre otras bases, necesariamente superadoras de esta realidad pobre que nos rodea.
Para luchar contra la vocación hegemónica y autoritaria del pensamiento único kirchnerista hay que dar razones. Por eso, debemos mantenernos informados sobre la realidad; debemos estudiar nuestra historia y conocer los procesos políticos vividos por otros países; y mantener siempre despierto el sentido crítico.
No estamos solos. Somos muchos lo que concebimos la democracia de otro modo. Y sabemos lo que los "brigadieres" asumen que desconocemos.
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