La presidenta de la Nación suele decir, y en las últimas horas lo ha hecho nuevamente, que la presidencia de Néstor Kirchner y la suya propia, han realizado "el proyecto de transformación política más importante en 200 años".
Bien. Es claro para quien conoce mínima, mínimamente la historia, y la juzga con un criterio desapasionado, que esto evidentemente no es así. Se trata de una mentira o de un error.
En 200 años ha habido un dificilísimo proceso de organización nacional, que tuvo en Urquiza un destacado exponente; a fin de siglo XIX hubo un proyecto de consolidación de la república y de sus instituciones y de desarrollo económico, político, institucional y educativo de proporciones enormemente mayores (considerando el punto de partida) de lo que se ha podido lograr en siete años de gobierno en el siglo XXI; la primera mitad del siglo XX ha sido un período de importantísimos logros cívicos (comenzando por el voto universal y luego el voto de la mujer) y sociales, incluyendo claramente al período peronista (los Kirchner no tienen mucho empacho en tirar por la borda al mismo Perón, sin demasiado disimulo); y esta enumeración sólo por nombrar algunos períodos destacados.
Lo que nunca tengo claro es si la presidencia está convencida de lo que dice o es puro ejercicio demagógico.
Si está convencida me preocupa mucho, porque vive en una irrealidad: está cerca de la megalomanía y no parece conocer sus limitaciones y el alcance modesto de sus decisiones pragmáticas, que no se proyectan al futuro.
Si se trata de un ejercicio demagógico, genera mucho desánimo: es una muestra más de que muchos políticos argentinos hablan para el fervor de la histeria colectiva de un acto masivo; y no para edificar el futuro sobre la honestidad y la humildad.
No sé qué prefiero: el error o la mentira.
La presidencia y su difunto ex marido acostumbraron siempre a borrar de un plumazo la historia, asumiendo que somos un pueblo sin memoria (¡justamente ellos que abusan de la palabra "memoria"!): lo hicieron con todo el período democrático desde Alfonsín, en el acto en el a ESMA; lo hicieron cuando ella se equiparó con Sarmiento por entregar netbooks; y así sucesivamente.
Ese tipo de lecturas de la historia sólo sirven en dos casos:
1) Personas apasionadas que oyen y se convencen de cualquier cosa, aún a pesar de las pruebas que le da la realidad: son aquellos a quienes se les puede decir mañana que el sol es verde y convencerlos a fuerza de machacar la idea. Se trata de personas muy peligrosas, porque son el caldo de cultivo del fascismo; o
2) los ignorantes, a los cuales se les puede convencer con facilidad de aquellas cosas que desconocen. Son personas cuya dignidad hay que respetar y a quienes hay que educar; utilizarlos para fines personales (por ejemplo, conservar el poder) es perverso.
¿Cómo nos ubicamos frente a esto la mayoría de los argentinos, muchos de los cuales nos retorcemos de indignación cuando escuchamos cosas así?
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