"Teme al hombre que sólo lee un libro. Ten cuidado con el hombre que sólo ve el cielo por una claraboya, sólo se asoma al mundo por una ventana, sólo comprende lo humano desde una perspectiva. En este sentido, es de temer este hombre, porque está en la pendiente del integrismo, de la pasión cegada por un foco de luz, que es real, pero que deja fuera otros muchos colores, sombras y luces de la realidad cósmica, de la historia y del misterio de Dios", escribió el teólogo español Olegario González de Cardedal.
Estas líneas de Cardedal me han parecido, desde que tuve contacto con ellas, de una riqueza inmensa para explicar las raíces profundas de muchos problemas del mundo, de la política, la sociedad, la cultura, la convivencia humana. Nada hay más peligroso que quien observa la vida desde una visión estrecha y, desde allí, elabora una explicación completa de la realidad sin dejar ventanas abiertas a otras posibilidades y a nuevos encuentros con la verdad. Esto es así en la política, en filosofía, en la vida misma, toda.
Mediante una lectura política del texto de Cardedal se puede encontrar una explicación de excepcional calidad respecto de dónde comienza el fascismo, el integrismo y dónde acaba la pluralidad: en la clausura del pensamiento que se produce cuando muchas personas deciden dejar de pensar para abrazar ciegamente una ideología que sólo acepta una visión del mundo; se acaban los matices; se extingue la pluralidad y la realidad de la diferencia; desaparece la capacidad de crítica, de creación, de futuros distintos; se divide, en suma, la comunidad entre amigos y enemigos de la idea rectora, que llegó para dar una explicación final y completa.
Increíblemente, esta cita describe uno de los mayores sufrimientos de la vida en comunidad en Argentina y, por tanto, de nuestra democracia. Estamos cayendo en la pendiente integrista debido al proceso político llevado adelante por el gobierno nacional desde hace años.
El marco de pensamiento impulsado desde el kirchnerismo es seguido por muchas personas de buena fe y que conservan un sentido crítico; pero también es seguido por un conjunto muy importante de personas que han anulado su capacidad crítica y su sentido de la realidad para abrazar los postulados de una ideología que pretende interpretar todos los matices de la existencia bajo un conjunto mínimo de principios con vocación totalitaria y omnicomprensiva, y que no deja lugar para la duda; así, estimo, encuentran una paz ficticia que tranquiliza sus conciencias como si hubieran llegado al culmen del conocimiento donde el uso de la razón deja de tener sentido práctico.
Se trata de una forma de pensar y actuar primaria, radicalizada y poco ilustrada, con la que se juzga la realidad y la historia, y se divide a personas, instituciones, opiniones e ideas en casilleros de estrictas fronteras; normalmente: ellos y nosotros, los equivocados y los iluminados.
Es una forma de pensar primaria y radicalizada porque asume que el otro debe pensar del mismo modo. Por la razón o por la fuerza. Y es poco ilustrada porque, siempre, la ignorancia es el caldo de cultivo de todos los totalitarismos: los pocos necesitan la falta de cultura de los muchos para distorsionar la historia, los hechos y la interpretación de la realidad.
Claramente, el mayor enemigo de la ideología única que juzga la vida con un solo libro es la ilustración: no hay mejor antídoto contra el fascismo que la cultura. Una canción de protesta casi olvidada decía: "cuando un pueblo sabe, no lo engaña un brigadier". Nunca más actual, cuando ahora el peligro es doble porque los "brigadieres" están disfrazados de demócratas.
Muchos han alertado de que este peligro se extienda también a quienes se oponen al kirchnerismo: que frente a un pensamiento clausurado ofrezcan un esquema de pensamiento igualmente estrecho. Por eso, el desafío es doble para los opositores: luchar fuertemente contra el pensamiento único, pero con las herramientas de la razón, la educación, la cultura y los principios democráticos. Enfrentamos como comunidad el desafío de formarnos y formar dirigentes con un nivel de ilustración mayor para poder edificar el futuro del país sobre otras bases, necesariamente superadoras de esta realidad pobre que nos rodea.
Para luchar contra la vocación hegemónica y autoritaria del pensamiento único kirchnerista hay que dar razones. Por eso, debemos mantenernos informados sobre la realidad; debemos estudiar nuestra historia y conocer los procesos políticos vividos por otros países; y mantener siempre despierto el sentido crítico.
No estamos solos. Somos muchos lo que concebimos la democracia de otro modo. Y sabemos lo que los "brigadieres" asumen que desconocemos.